Ubicado a 2 mil 100 metros a nivel del mar, el pueblo de San Pedro Atlixco fue uno de los más afectados por el terremoto de este 19 de septiembre, cuyo epicentro estuvo a menos de 50 kilómetros.
Uno de los pobladores nos hace una analogía muy rústica para explicar el movimiento trepidatorio: “Como cuando empieza a trotar el caballo. Así nos sentimos todos y lo bueno que sólo duró un minuto”…
Por la mañana de este miércoles, en las noticias del estado se destacan los daños al centro histórico de la capital: cornisas que se desprendieron, quicios agrietados. Balcones que perdieron parte del piso; algunos adornos de la hermosa arquitectura poblana que se desprendieron.
Las noticias locales hablan, hasta esas horas, de 43 muertos en la entidad gobernada por Antonio Galí Fayad.
La ciudad de Puebla cerró un perímetro de más de 10 cuadras del centro histórico. Entre las noticias locales (con relevancia nacional) destacan también sitios dañados como Atlixco y Metepec. El primero, famoso por sus flores y por ser uno de los Pueblos Mágicos más bellos del país.
Uno de los puntos fuertemente afectados en Metepec fue la primaria “Belisario Domínguez”, que data de los años 40, es un enorme edificio vistosamente adornado con azulejos de talavera tan típico de Puebla, que posiblemente pierda parte de su arquitectura.
En este pueblo fue palpable la desgracia luego que mucha gente perdió sus viviendas y todavía tuvieron que ver como la maquinaria pesada destrozó lo poco que quedaba en pie por cuestiones de riesgo para los vecinos. Así, un monstruo de metal con su garra, echaba abajo las típicas casas de adobe y teja.
La gente de Metepec vive horas inciertas y dolorosas. Muchos sentados en la banqueta de enfrente viendo lo que alguna vez fue su casa. Una señora llora abrazada a un voluntario viendo sus muebles empolvados, sus piedras que alguna vez fueron paredes. La desolación, la desesperación. La incertidumbre a flor de piel.
Otra nos pregunta si somos de alguna dependencia o si éramos de Antorcha Campesina (de los grupos locales fuertes) porque necesitaban apoyo: “No, somos prensa de Veracruz; pero por ahí anda el senador Javier Lozano. Él los puede ayudar”.
IR A SAN PEDRO
Estando en la ciudad de Puebla, mientras se hacía un registro gráfico, una persona se nos acerca:
-¿Ustedes son periodistas?
-Sí, a sus órdenes.
-Oigan, soy de San Pedro Atlixco, es un pueblo que está adelante de Metepec. Quiero decirles que ahí se cayó toda la primaria y hay un niño herido que por poco no se salva.
Nos narra que la escuela “Aquiles Serdán” sufrió el derrumbe una parte antigua de sus salones, y que un maestro logró salvar al niño de Primer Año segundos antes de que colapsara por completo. Nos platica un escenario de desconcierto total, con casas destruidas y su parroquia destrozada.
El viaje nos llevó hacia las alturas, en un pueblo cuyas empedradas recuerdan a Luvina. Con cerros y toda la parafernalia de Juan Rulfo.
Son tan estrechas las calles, que los vehículos de los brigadistas se atoran y dificultan el paso a los habitantes, visiblemente incómodos por la gran cantidad de tráfico quizás nunca antes visto, pero tolerantes por la gran necesidad de ser ayudados, escuchados y apoyados por la nobleza que en estas horas se desborda: decenas de familias poblanas se organizaron para llevar comida y agua a San Pedro Atlixco. No se quedaron solos, pero sí abandonados por autoridades cuyo burocratismo o indiferencia, ni siquiera los habían atendido horas después del temblor.
La escena es catastrófica: un edificio de más de 70 años, que hace unos días albergaba a más de 100 niños de primero, segundo y cuarto de Primaria, hoy solamente son un montón de piedras desordenadas, caóticas. Arrumbadas por la fuerza brutal de la naturaleza.
Nos platican los momentos críticos: ese día, por la mañana, las actividades fueron dedicadas al simulacro nacional de todos los años; pero antes del temblor de este 2017, los profesores ya habían terminado sus clases, y cuando la tierra comenzó a moverse de verdad, los chiquillos salieron corriendo hacia la cancha de básquetbol cubierta por un domo. Sólo un alumno de primer año se quedó petrificado y el maestro logró cargarlo y sacarlo segundos antes de que se desplomara todo. Al aventarse, el maestro y el niño se lesionaron, pero están vivos.
Unas cuadras arriba se encuentra la parroquia en cuya entrada está el cementerio. Destruida hasta en sus cimientos, se ven algunos motivos religiosos sobrevivientes, pero destinados a terminar de ser derrumbados porque ya es un edificio inservible, irrecuperable. Quien tiene que intervenir ni siquiera es Dios, es el Instituto Nacional de Antropología e Historia la que dará el visto bueno.
Antes de las fotografías, un grupo de cuidadores nos pide que por respeto pidamos permiso a quien llaman “El Fiscal”, para tener su autorización. Una autoridad respetada por los pobladores, a diferencia del fiscal veracruzano que no tiene ni el respeto de sus subordinados.
Sin iglesia, sin escuela. San Pedro Atlixco se encuentra devastado.
Por la noche, al calor de una “piedra” (el digestivo, no la otra) para bajar el caldo tlalpeño y la mojarra, el encargado del hotel en Izúcar de Matamoros nos resume todo en una frase: “El suelo rugió”.
@pablojair