@pablojair
Jorge Winckler Ortiz fue fiscal general de Veracruz del 30 de diciembre de 2016 al 3 de septiembre de 2019. Duró en el cargo apenas 2 años y 8 meses.
Duró todo el tiempo en que su jefe y “amigo” Miguel Ángel Yunes Linares estuvo como gobernador en el periodo de los dos años (2016-2018), y poco menos de año con Cuitláhuac, cuando se dio el cambio de gobierno.
Winckler trató –hasta la ignominia– sostenerse en el cargo argumentando que lo había nombrado el Congreso del Estado para un periodo de nueve años. Tenía la intención (pese a que las circunstancias políticas habían cambiado en el país y en el estado) de ser el fiscal de un régimen que no lo quería; en el que sencillamente no encajaba.
Lo peor: estaba siendo señalado de sabotear la seguridad del Estado.
Pero él insistió en quedarse, burlándose del gobernador, de la llamada Cuarta Transformación, de los periodistas, de la oposición. Sus aduladores reales y los miles que tenía virtuales –no amigos, ojo– en lugar de decirle que fuera prudente, que se calmara, lo aceleraban.
Y así quien parecía ser un abogado serio y razonable de repente se convirtió en un chamaquito pendenciero.
Quizás fue eso: la inmadurez de una persona que en realidad creía a ciegas en su endiosado jefe y “amigo”. Al que se le arrodillaba de frente para tomarle fotos en conferencias de prensa. Con el que compartía orgullosamente selfies en sus redes sociales.
En realidad, Winckler adoraba a su jefe y no tenía empacho en demostrarlo públicamente. No es secreto que había un enamoramiento enfermizo de Winckler hacia Yunes, a quien obedecía sin chistar. Quizás si Yunes le hubiese pedido que se desnudara y bailara como pollo en la Plaza Lerdo, Winckler lo hubiese hecho sin repelar.
De hecho, la más grande muestra de su amor fue la persecución que hizo contra ex funcionarios del ex gobernador Javier Duarte, encarcelando a varios de ellos sólo para demostrar el poder y la mano dura de Yunes Linares.
Algunos, la verdad, sí se lo merecían: robaron a lo bestia; otros, sencillamente fueron humillados por pura perversidad.
Los cercanos a Winckler platican que antes de convertirse en fiscal era un abogado exitoso. Quizás no millonario para los estándares de los ricos de Boca del Río (donde residía), pero con su propio despacho, una buena casa, autos, etc.
Pero dicen que su gran tesoro eran su esposa y sus hijos.
Hoy lo perdió todo: su patrimonio, su carrera y su familia. Está procesado por delitos graves, luchando para no quedar encarcelado por el resto de sus días.
Quizás la soberbia la seguía teniendo incluso fuera de la Fiscalía, porque cuando fue detenido el 25 de julio de 2022, mientras hacía ejercicio en Puerto Escondido, Oaxaca, parecía que no se estaba escondiendo. Tal vez alguien le hizo creer que estaba protegido, que nadie lo perseguía, que sólo bajara un poco el perfil y ya; que no le iba a pasar nada.
A partir de ahí, al ex fiscal le cambió la vida, pues se la ha pasado un año y siete meses entre los penales de Pacho Viejo y el de Almoloya.
Lejos quedaron esos días de gloria cuando realmente pensaba que estaba haciendo un cambio en la justicia para Veracruz, y en el fondo sólo era utilizado para venganzas personales de su jefe y “amigo”.
En un año y siete meses, a Winckler toda la vida se le redujo a una bolsa de plástico transparente con papeles y una botella de agua. De los trajes finos, pasará a las playeras naranja con las siglas PPL (persona privada de su libertad). Su primera noche la pasó en una reja especial en Pacho Viejo, bajo resguardo, en espera de su siguiente audiencia la próxima semana.
¿Qué sigue para Winckler? Amigos abogados comentan que es probable que el ex fiscal sea vinculado a proceso en su segunda audiencia. De ahí, ya se verá si la Fiscalía o su defensa piden que sea trasladado a un penal federal para mayor seguridad, pues Winckler peligra al interior de Pacho Viejo, donde hay gente que recluyó o puede darse el caso de una agresión contratada desde afuera, cortesía de la gente que también le arruinó la vida.
En su primera noche quizás no pudo dormir. Nadie puede, dicen: es la noche en que temes por todo y desconfías de todos.
Piensas a tono pasado, piensas en tus seres queridos, en los que han estado contigo, en los que te han abandonado. Intentas quizás una lectura, pero tu cerebro está angustiado porque has llegado a una nueva celda, a la misma donde pusiste a gente por órdenes de tu jefe.
Anoche, los que estuvimos presentes en ese lugar vimos que ni siquiera estuvieron ahí sus amigos para gritarle en esos segundos que pasas del juzgado a la patrulla que te ingresa al penal: “¡Jorge, estamos contigo!”.
“¿Valió la pena? ¿Perderlo todo?… ¿Neta, Jorge, valió la maldita pena?”, es la pregunta que quizás le rondó la cabeza toda la noche del desafortunado ex fiscal.
Mientras, allá en Miami, su ex jefe y ¿amigo? ya reinició su vida, sin perder nada, ni siquiera la sonrisa.