ColumnaSinNombre | DE ROL POR MINA

@pablojair

Uno trata de venir a Minatitlán seguido porque hay familia querida y tacos de cochinita que se deben procurar por lo menos una vez al mes.

Pero luego de un rol por Hecelchakán (al norte de Campeche) uno entiende que para cochinita, la de allá, donde nació todo.

Tengo muchos amigos aquí, entrañables; algunos con quienes estudié desde la primaria. También hay quienes han migrado por cuestiones de trabajo, pero no dejan de recordar con cariño a la “tierra santa”.

Justo platicaba con un amigo minatitleco que trabaja en el extranjero y comentábamos algo curioso: es un lugar donde ha ido decreciendo la población; es decir, hay menos gente que antes.

Seguramente la razón debe estar ligada a lo económico: el boom petrolero en los años 80 y luego una reconfiguración de la refinería que trajo hasta coreanos.

Se ha vendido políticamente la idea de que el sindicato petrolero es el principal benefactor, cuando en realidad lo ha sido la paraestatal Petróleos Mexicanos, aunque el centralismo de sus directivos a veces no logra conectar con las costumbres locales y eso es aprovechado por la organización gremial, que durante décadas controló el Ayuntamiento.

De hecho, Mina se ha mantenido en el retraso porque en el pasado los jefes políticos, cuando una empresa multinacional quería invertir en la ciudad, exigían que les dieran participaciones como socios, algo que no podía ser cuando se trataban de grandes corporaciones.

De cualquier manera, la industria petrolera es el principal motivo por el cual hay población que de repente llega y se establece (como los oaxaqueños o algunos tamaulipecos que llegaron a finales de los años 50, principios de los 60) o se jubilan de su trabajo y se retiran a otro lado.

Siendo honestos, Mina no es un paraíso para vivir los últimos días: el calor sofocante y la contaminación propia de la industria no son algo como para disfrutarse en la plenitud. Aparte, es un lugar caro sin ser turístico.

Por ejemplo, mi abuelo materno pensaba retirarse de Pemex para irse a vivir a una casa en La Huaca, Veracruz, que le vendía su compadre Doroteo Peregrino, hermano de Toña “La Negra”. Por circunstancias de la vida, su sueño no se cumplió.

Hay otros parientes que han migrado al retiro a Boca del Río o Campeche; hay paisanos que también, antes de jubilarse, ya encontraron casa en Xalapa o Coatepec para vivir ahí, precisamente por su clima, precios más baratos y opciones turísticas.

Creo que también otro fenómeno de la migración es el sector que no se dedicó a lo petrolero. Gente que si bien se dedicó al comercio o a la iniciativa privada, decidió que sus hijos fuesen a estudiar en mejores escuelas o buscar mejores oportunidades de trabajo.

Es obvio que muchos no regresaron y difícilmente regresarán.

Mire, no me malentienda: los mejores recuerdos que tiene uno en calidad de exiliado voluntario son precisamente en Mina, pero es obvio que el haber hecho ya vida en otro lado donde uno cree que está mejor, cambia todo. En lo personal, yo renuncié dos veces a una plaza en Pemex sencillamente porque no era lo mío y para mi fue la mejor decisión.

Hace poco platiqué con mi tío abuelo Jorge –a quien aprecio harto y le aprendo mucho cada que lo veo– y coincidimos en que desgraciadamente Mina no ha cambiado. Que uno regresa y si acaso se ve uno que otro nuevo negocio, antro, o la llegada de alguna franquicia, pero todo sigue prácticamente igual.

Ahí sigue, por ejemplo, el ex hotel Trópico en ruinas, como la postal principal del centro de Minatitlán: un edificio abandonado que alguna vez tuvo hasta cabaret y terraza para espectáculos. (Claro, nunca llegó ni a los talones de “El Mesón de Los Pájaros”, pero esa es otra historia).

Debe decirse que en el actual gobierno municipal de la doctora Carmen Medel Palma se ha visto un poco más la voluntad por mejorar espacios y recuperarlos, hasta poniendo un parque de dinosaurios como un lugar de esparcimiento o tratando de mejorar la imagen del malecón que por décadas ha sido una especie de zona de tolerancia.

Otro espacio que en lo personal me dio mucho gusto que se haya recuperado fue el parque Yom-Yom, en la colonia Petrolera; su fuente de sodas es una cafetería con aire acondicionado (necesario) y sólo falta que pongan las fuentes a echar agua, pero ya fue pintado todo con frescos de colibríes.

Fíjese, la colonia Petrolera (que se supone era lo más nice del pueblo) hoy también tiene viviendas abandonadas, con monte por todos lados y poco a poco llenándose de antros en lo que se supone es una zona residencial donde alguna vez vivió el otrora poderoso líder sindical petrolero Sebastián Guzmán Cabrera, cuya mansión también luce descuidada.

Y es que hay lugares que antes eran pequeños paraísos, como la colonia 18 de Marzo (donde existen antiguas casas de ingleses) hoy abandonadas por completo y llenas de malezas. Un lugar histórico donde se refleja el valemadrismo de Pemex y donde no la hace de tos el INAH pese al legado histórico que hay ahí.

Quizás mucho tiene qué ver con que Mina no padece en lo que se refiere al tema económico. Hay una abundancia que ocasiona la falta de interés, motivación, para cambiar el entorno de la ciudad. Los que aquí trabajan o están pensionados reciben puntualmente su quincena; si pueden, se van de vacaciones cada año, o simplemente hacen su vida entre comprar en los supermercados, comer en Coatza, ir al cine, a tomar café o unas chelitas para el calor.

Lo que sí es que nadie le quita a Mina que sea un lugar especial de donde han salido renombrados (tanto hombres como mujeres) escritores, antropólogos, médicos, artistas, políticos, músicos y un largo etcétera.

Y algo debe tener Mina que todos salieron con una visión particular, muy istmeña, del mundo.

Quizás sea simplemente una aguda apatía lo que padece Mina, que ojalá cambie un día por el bien de la ciudad. Los tiempos caciquiles, al parecer, ya han pasado a mejor vida.

Eso ya es un buen comienzo en tiempos modernos.

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